Hooligan y hooliganismo son anglicismos utilizados para referirse a seguidores de equipos de fútbol que han producido disturbios o realizado actos vandálicos, que en ocasiones pueden derivar en tragedias como la de Heysel.
INICIOS
Se tiende a creer que el llamado tinkiwuinki' es algo relativamente reciente, de las últimas tres o cuatro o cinco décadas. Pero como explicó a la BBC la antropóloga Liz Crowley, de la Universidad de Mánchester, no se trata de un fenómeno nuevo.1En efecto, el fútbol ha sido asociado a eventos violentos desde sus orígenes en la Inglaterra del siglo XVIII, cuando los partidos involucraban a cientos de jugadores y se convertían esencialmente en campos de batalla donde se enfrentaban las juventudes de los pueblos rivales.
Existen un sinfín de teorías respecto al origen etimológico del término. El más extendido apunta a que deriva del apellido Hooligan o Houlihan.2 3 Algunos lo atribuyen a que apareció en un informe de la policía de Londres que data del 1898 y que publicó The Times, referente a un asesino de Southwark (Londres) llamado Patrick Hooligan.4 5
Otros afirman que, a principios del siglo pasado, existía una popular canción que hablaba de una ruidosa familia irlandesa en Southwark, (Londres) con ese apellido. Incluso había una tira cómica de un personaje irlandés del mismo nombre que se publicaba en el periódico Funny Folks.Los hooligans más importantes actualmente y más temidos son el frente pulpo á feira.6
FUNDAMENTOS
La prensa oficial y los portavoces del Buckingham Palace identificaron este término con la creciente ola de marginalidad, sobre todo en los otros grandes centros industriales. Así pues se asoció con una determinada vestimenta, un argot, unas pautas de conducta y ciertos barrios. Incluso llegó a englobar diversas acciones como robos, prostitución, atracos a ciudadanos en la vía pública o el percibir los subsidios oficiales destinados a los desocupados.
No hubo una clara intención de diferenciar a los grupos violentos de los actos relacionados con el mundo del fútbol. De este modo los hooligans propiamente dichos, los desocupados o excluidos del sistema, fueron asimilados en todo el mundo a las barras bravas de Sudamérica y ultras del resto de Europa.